Para las empresas integradas en AEGE, la electricidad supone entre un 10% y un 50% de sus costes productivos, alcanzando en algunos casos el 60%, por lo que cualquier subida en dichos costes —como las que desgraciadamente se vienen produciendo en las últimas semanas por la evolución descontrolada del CO2— significa un duro golpe a nuestra competitividad. A esta situación se une un gran problema para nosotros: el incremento estructural de precio eléctrico que sufrimos si nos comparamos con nuestros competidores directos de Alemania y Francia, países donde un consumidor industrial tiene ya de salida una ventaja de más de 20 €/MWh con respecto a España. Y esta desventaja estructural para los españoles se debe al diferencial de costes regulados, tasas, impuestos y compensaciones frente a los de estos países competidores.